Javier Santaolalla, divulgador científico: «Soy un renacido para la ciencia, los jóvenes deben aspirar a sobrepasarnos»

¿Desde cuándo hablar de física de partículas, de la antimateria, los agujeros de gusano o de la teoría de cuerdas puede arrancar una sonrisa del auditorio? Sólida formación, espontaneidad, pasión y un desparpajo aparentemente innato -y del todo engañoso en un hombre de timidez reconocida- son algunos de los ingredientes de la fórmula empleada por el divulgador Javier Santaolalla, ingeniero de Telecomunicaciones, doctor en Física y ahora declarado estudiante de humanidades para derribar muros en el conocimiento de la ciencia y acumular centenares de miles de seguidores en sus redes sociales.

Santaolalla (Canario, pero nacido en Burgos, 1982), uno de los divulgadores más importantes del mundo en lengua hispana, protagonizó una charla organizada por el Instituto de Ciencia Molecular (ICMol) de la Universitat de València el 16 de junio en el Auditorio Marie Curie del Parc Científic de la UV, que estuvo repleto de estudiantes de física y química, aspirantes a ingenieros, profesores y personas dedicadas a la investigación. Hombres y mujeres múltiples edades, jóvenes y seniors y algún que otro adolescente que logró una de las ansiadas plazas para el evento con el conocido youtuber.

No fue una conferencia con el formato habitual. No tenía un título ni un asunto determinado. Esta ausencia de guión predefinido permitió que Santaolalla explicara ciencia, pero también todo tipo de detalles sobre su trayectoria, que él define como la de un muy buen estudiante, casi obsesivo, que se dejó llevar por su “locura” y su “impulsividad” para acabar abandonando su carrera como investigador. Primero, para flirtear con la comedia; y después construyendo un auténtico club de fans de su emocionada manera de explicar fenómenos físicos complejos.

El acto arrancó con una charla distendida del conocido físico de partículas con José Jaime Baldoví, doctor en Química e investigador distinguido del Plan Gen-T de la Generalitat en el ICMol. Baldoví y Santaolalla compartieron reflexiones sobre la manera en que la educación debe «comunicarse» con los estudiantes. O sobre el papel «social» que tiene la divulgación científica. Y ese intercambio de ideas dio paso a un animado coloquio con el público en el que los comentarios de Santaolalla iban provocando intervenciones de los presentes llenas de curiosidad. El coloquio duró más de hora y media. “Llevamos la curiosidad en nuestras venas, es lo que nos hace sentirnos humanos, pero a la vez nos anima a ser científicos”, llegó a decir.

Divulgador y «artista»

Santaolalla se autoproclama divulgador y «artista». Y suele relatar que su vocación por llevar la ciencia a la sociedad surgió en él tras la lectura del libro «Historia del Tiempo», de Stephen Hawking. Preguntado por la emoción que imprime a sus intervenciones, Santaolalla comparó su trabajo con el de un niño “para el que todo es nuevo” o el de un superhéroe “que intenta ir más allá de sus propios sentidos”. Y todo el mundo, dijo, puede ser un superhéroe a su manera.

Durante una de sus intervenciones, el físico trató de resumirlo: “Yo me siento un renacido para la ciencia, pero también siento que las nuevas generaciones tienen el reto de sobrepasarnos”, indicó. «Al menos, deben aspirar a sobrepasarnos». Santaolalla firmó tras la charla más de una decena de ejemplares de algunos de sus 7 libros, que llevaban bajo el brazo sus ansiosos admiradores. El último lleva uno de estos títulos que lo hacen casi irresistible para los jóvenes y los legos: “¿Qué hace un ‘bosson’ como tu en un big bang como este?”.

Entre las cuestiones que formaron parte del animado debate se coló el desafío de la motivación desde las aulas de los institutos de secundaria y las universidades. Santaolalla, colaborador de proyectos como “Big Van ciencia”, relató su obsesión personal por conocer y trabajar en el CERN tras su lectura de los estudios de Peter Higgs -científico que da nombre a la llamada partícula ‘de Dios’ (the goddam particle)- y conocer, cuando se formaba como físico, el proyecto de construcción del acelerador de partículas. “Lo logré a la tercera, después de que en el CERN me rechazaran dos veces y resulta que llegué en el momento oportuno, en un momento histórico”.

Santaolalla admitió haber sido (y seguir siendo) un estudiante “casi obsesivo”, pero explicó que su “transformación” en una “máquina de estudiar” le vino por la curiosidad. “Tenía y tengo curiosidad por muchas cosas y lo que bebe hacer la academia es fomentar en los estudiantes esa misma curiosidad”. Sin embargo, en un momento de su vida, con dos carreras -Físicas y Telecomunicaciones- y un doctorado, decidió cambiar de rumbo. “Recuerdo todavía el día en que le dije a mi madre: ‘Mamá, me voy de bares’”, recordó para arrancar otra carcajada general.

Santaolalla comenzó su carrera en el llamado stand up, contando chistes en locales de copas y hoy es una auténtica celebridad en países como Chile, Argentina o México. También en España. “Siempre he tenido un punto extravagante, loco, impulsivo, pero yo prefiero pensar que me gusta buscar nuevas vías y nuevos retos”. La experimentación en redes sociales le surgió en su vida durante un año sabático en el que se dedicó a recorrer el mundo. “Yo era una persona muy tímida, me comencé a soltar en Ginebra, pero de repente me vi en un escenario delante de 500 personas”, explicó cuando se le interrogó sobre sus «trucos» para controlar el pánico escénico. «Yo he aprendido a controlar mis miedos y cualquiera puede conseguirlo también si lo trabaja».

Entre las cualidades que él mismo citó para ser un buen divulgador, se encuentra la capacidad para la “síntesis de ideas”. No tanto la memoria, ni la velocidad mental. “Yo soy capaz de llegar a los elementos clave de las ideas y eso es muy interesante”, respondió cuando se le preguntó por las habilidades necesarias para dedicarse a explicar la ciencia.

Santaolalla recibió del ICMol un obsequio muy especial, una medalla con un “nanomensaje” grabado mediante evaporación de oro sobre un sustrato en los laboratorios del centro, especializado en la formación y la investigación en Nanociencia y Nanotecnología desde un enfoque molecular. Con una tecnica de litrografía láser se grabó en esa medalla una referencia a su presencia en el ICMol y, más profundamente, uno de sus lemas preferidos: «Science bitch».

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